María Cristina, reina gobernadora (fragmento)Paula Cifuentes
María Cristina, reina gobernadora (fragmento)

"El rey llegó sobre las once de la mañana. María Cristina lo vio desde una ventana en lo alto: nada pudo deducir de su carácter por su hechura, sólo que tenía una ligera cojera y una calvicie incipiente. Vestía de negro y llevaba un sombrero en la mano; en la otra, un bastón. Fue la última en acudir a su presencia. Había optado por un vestido de terciopelo que la salvaguardara del frío y ahora sentía demasiado calor. Por fin lo tuvo ante ella. Era grande, muy grande. Y muy feo. Mucho más que don Carlos. Y que su madre. Se había casado con el rey, pero también con el hermano más feo de la familia. Tenía la mandíbula adelantada. Y una nariz prominente. Todo en él era grande y desproporcionado. Pensó de nuevo en la carta: «Señal de que muero por ti». Respiró profundamente. Ella ya sabía por qué estaba allí: para «ser una viva» y darle un hijo. Cumpliría su papel. Siempre habían dicho de ella que era dócil.
En la comida, se sentaron en el centro de la mesa. Enfrentados. Ella estaba flanqueada por don Carlos y doña María Francisca. La portuguesa comía sobriamente. No bebía. Don Carlos se partía la comida en pedazos muy pequeños. Y ella sólo podía ver a su marido entre los candelabros y las bandejas de viandas. Ninguno de los tres habló. Fernando, en cambio, no paraba de hacerlo con sus suegros. El apetito del rey era insaciable. Nadie pudo levantarse de la mesa hasta que el rey hubo terminado. Y cuando lo hizo, arrojó la servilleta con displicencia, le dio un beso en la mejilla a su mujer y salió hacia Madrid. Eran las cuatro y cuarto de la tarde.
Al día siguiente, la que ya era reina hizo su entrada en Madrid. De nuevo hacía frío, pero el cielo estaba azul y brillante, y cuando la reina sacaba el brazo por la ventanilla del coche sentía el leve roce del sol. "



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