Los puercos de Circe (fragmento)Luis Alemany
Los puercos de Circe (fragmento)

"Piensa todo eso contemplando su propio rostro en el espejo, un rostro que ella sabe bello, que supo bello al cotizarlo; al invertirlo, al hipotecarlo en el momento en que era preciso decidir pero ella no lo sabía todavía, en los alegres años cincuenta y pico, cuando el colegio, las monjas, los ejercicios espirituales, los libros forrados de azul, los exámenes en el Instituto, eran sustituidos por esa imagen del mundo que gira exclusivamente entre el Club Náutico y el Casino y la terraza del Atlántico y la suntuosa puesta de largo y los bailes de Carnaval y el aperitivo en los bares de moda y los guateques y los alféreces de Milicias y la curiosidad y la vanidad y la emancipación decimonónica, única permitida a la buena sociedad femenina: cheque al portador, ley de la oferta y la demanda, operación mercantil a corto —¿largo?— plazo, inversión de un rostro, de unos senos, de una vagina, contra una tranquilidad, un hogar, una integración perfectamente estable en un engranaje antropofágico y frío. Y ahora sí llora enfrente mismo del espejo, sin apartar la mirada de él, complaciéndose morbosamente en las facciones deformadas, en la belleza rota por los sollozos, con los brazos crispados sobre el lavabo, con el albornoz abierto dejando al descubierto su cuerpo erguido, unos senos agitados convulsivamente. Llora sus treinta y pocos años absurdos, su niñez desaprovechada, su juventud perdida, su matrimonio, su viaje de bodas, su amor desbaratado, arrinconado, olvidado, sustituido; llora la aceptación de todo, la comodidad que la obliga, la triste dignidad que la ata a su lujo no a su hogar, a sus joyas no a sus hijos, a sus electrodomésticos no a sus principios, a su puesto en la sociedad no a su marido. "


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