El manuscrito de piedra (fragmento)Luis García Jambrina
El manuscrito de piedra (fragmento)

"Aún no había amanecido, cuando fray Tomás de Santo Domingo se levantó del lecho en su celda del convento de San Esteban. Había pasado una mala noche, llena de pesadillas y sobresaltos que apenas le habían dejado dormir. Pero no era el cansancio lo que en ese momento le preocupaba, sino un profundo malestar, una aguda zozobra que lo llenaba de inquietud. Fray Tomás era catedrático de Prima de teología en el Estudio General salmantino. Había sucedido en la cátedra al obispo de la ciudad, Diego de Deza, dominico y teólogo como él, y la había convertido en uno de los principales baluartes de la Iglesia en Salamanca. Para este fraile de pequeña estatura, abdomen abultado, cara rugosa y redonda como una hogaza y manos pequeñas y femeninas, la cátedra era un púlpito desde el que defender con la elocuencia de su verbo la verdadera doctrina y clamar justicia contra los herejes, las brujas y los conversos judaizantes o rejudaizantes, como él los llamaba. Nada más subir a ella, se transformaba, como por milagro o arte de encantamiento, en un feroz defensor de la fe católica, en un guerrero provisto de un arsenal de palabras que lanzaba desde las almenas como si fueran venablos. Demasiado rígido e intransigente para unos, arrebatador y brillante para otros, sus lecciones no dejaban a nadie indiferente dentro de la Universidad. Ya hubiera nieve en las calles embarradas o soplara el temible cierzo de marzo, a sus clases, en el aula general de teología, solía acudir un gran número de estudiantes, siempre deseosos de escucharlo. Mientras unos lo vitoreaban y ensalzaban en voz alta, otros lo denigraban y criticaban entre dientes. "


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