El membrillo de Estambul (fragmento)Paolo Rumiz
El membrillo de Estambul (fragmento)

"Lo habían bautizado con el nombre de su abuelo materno, un traficante de exóticas semillas y café, y al igual que a aquel viejo cascarrabias le resultaba Viena algo antipática por cierto empalagoso formalismo procedente de la Austria más beata. Odiaba los geranios en balcones, los habría arrancado uno por uno, porque ostentaban con su conformismo una buena conciencia inmotivada, y buscaba ocasiones de escapar, de huir hacia el Oriente casi siempre, siguiendo la corriente del Danubio o a las cigüeñas en su vuelo en uve. Amaba aquellas tierras con locura, amaba sus bosques y a aquellas mujeres de andar oscilante, amaba sus ríos y las fumosas tabernas con música que los eslavos del sur bautizaron con el nombre impronunciable de krcme. Otras veces había estado en Sarajevo, en tiempos de la guerra yugoslava, y tras el tufo a iperita y miseria había distinguido sus aromas a pan relleno, allí llamado pita, a flores de jazmín y a albaricoques que se secan al sol, y olor a polvo y a resina de monte y a praderas del Danubio quemadas en verano. A menudo evocaba otros lugares, osando hacer con ella parangones, concluyendo después que Sarajevo encierra en su interior muchas ciudades: Marsella, por ejemplo, y Petersburgo, Trieste junto a Varsovia y Tesalónica, e incluso Alejandría y Estambul. La había visto por primera vez en abril con la luna, las montañas nevadas y el Miljacka fragoroso por su garganta perlada de luces. Era la noche del 92. "


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